Autor: José Manuel Pietri y Juan Pablo Rolón
La genética, como ciencia, ha producido grandes logros en el avance del conocimiento de la herencia y en la aplicación práctica de la cría de la mayoría de las producciones domésticas logradas por el hombre.
Pero esta misma genética, que tan firme creemos ser la que gobierna los más recónditos conocimientos de la herencia, se muestra ciega, débil e impotente para explicar hechos que más allá de tener explicación científica, constituyen los parámetros inconmovibles, según los que se rigen los criadores, sobre todo los criadores de animales de competencia (especialmente los criadores de caballos de carrera y gallos de combate), en su cotidiana labor de selección y enrase, y esto está respaldado por la sabiduría instintiva de los criadores talentosos.
Este escrito intenta demostrar que el factor más importante, que la clave indiscutible en el ámbito de la cría de animales de competencia, sea cual fuere su especie, es la persona, la individualidad misma del criador, y que en última instancia el criador talentoso, en su calidad de gran conocedor de los animales, que él prepara para un fin competitivo, está conectado a factores tan cotidianos como el sol que alumbra cada amanecer, y tan superiores a la genética en su influjo sobre el éxito, como habituales son en su acción.
Daremos algunos ejemplos para corroborar lo antes expuesto.
1) Es un hecho irrebatible que existe una diferencia radical entre la teoría genética y el modus operandi de los criadores de caballos de carrera.
Como es bien de todos conocido, un postulado básico de la genética, es que el ADN de un ser viviente, de un individuo determinado (en ausencia de radiaciones) permanece fijo e inmutable, a lo largo de la existencia de dicho individuo.
Ahora bien, si el ADN, o sea los genes de un individuo no experimentan (salvo muy raras excepciones) el más mínimo cambio, a lo largo de toda su vida ¿Cómo se explica que, mientras los criadores de ganado, a la hora de cruzar un toro con una vaca de otro criador, que reside en una región lejana, se contenta con enviar simplemente la simiente, en una probeta, a través de un avión, helicóptero o cualquier otro medio de transporte, mientras que, al contrario, los criadores de caballos, a la hora de cruzar un semental, con una yegua de otro criador, envían sin titubeos al animal mismo, aún cuando sería infinitamente más barato, recurrir a la fertilización in vitro?
Es evidente que hombres, que han amasado considerables fortunas, como lo son muchos criadores de caballos de carrera y que se encuentran asesorados por expertos conocedores de la herencia, no van a darse el lujo o extravagancia de derrochar ingentes sumas de dinero (y menos en el terreno de los negocios) por un mero capricho; si obran así, es que actúan en función de hechos, tan concretos e irrebatibles, como la existencia de la gravedad.
¡Y no obstante, su accionar es totalmente opuesto a uno de los dogmas principales de la genética! Justamente el que postula que los genes de un individuo, no sufren ningún cambio a lo largo de la vida, del cual se deriva que cada célula reproductora de un individuo, es absolutamente idéntica a las demás. En otras palabras la genética postula que, según el testimonio de los genes, todos los espermatozoides de un individuo, son completamente iguales, pero, sin embargo, los criadores de caballos, a despecho de ese dogma, hacen caso omiso de los genes y a diferencia del criador de ganado, el cual se contenta con un sistema artificial, pero que, según el dogma genético, es “igual” a la fecundación que se da en la naturaleza, escoge el sistema natural de fertilización, aún cuando insuma grandes cantidades de dinero, pues él, como criador experto, sabe que, por el contrario a lo que dicen los genes y los genetistas, existe una diferencia fundamental entre la fecundación que se da en la naturaleza y la que ocurre de modo aberrante en la inseminación artificial, y la prueba incontrovertible de ello, la constituyen dos hechos: 1ero) El que por un motivo de importancia fundamental, es un solo (entre millares de espermatozoides) el que llega ( después de una selección dada por la velocidad) a fecundar el óvulo y es indudable que hay algo que no se puede medir ni pesar, y de lo que no existe la más mínima impronta en los genes, que lo hace sustancialmente diferente, e infinitamente superior a los demás , aún cuando procedan de un mismo individuo. 2do) Que dicha distinción capital se halla respaldada por el negocio multimillonario del caballo de carrera.
Muchos se preguntarán en qué radica la diferencia fundamental que existe entre los animales de competencia, por ejemplo, gallos y caballos de una parte, y entre los animales domésticos que sirven para consumo humano, por ejemplo vacas, gallinas de consumo, de otra parte.
Esta diferencia radica en que mientras los primeros son verdaderos deportistas, cuya constitución ha sido seleccionada para desempeñarse en la competencia (en pos de aventajar en velocidad, en el caso de los caballos, y en pos de aventajar en casta y técnica en el caso de los gallos, pero siempre teniendo en cuanta la competencia y la relación de antagonismo con un adversario) en tanto que los segundos, tan sólo han sido seleccionados para servir de alimento, y no importa si son débiles o atrofiados, en tanto sirven para ser comidos. Recuérdese que en el combate por la vida son los débiles los que sirven de alimento a los depredadores.
Como es evidente, el exceso de grasa y el hígado hipertrofiado son enfermedades, sin embargo al no ser contagiosas, los animales que las presentan sirven de sustento, siendo que la primera la constituye la “carne tierna” y la segunda el “paté de ganso”.
2) La teoría de los Nicks.
Esta teoría que emergió en el ámbito del caballo de carrera, pero que es aplicable a cualquier linaje animal o inclusive vegetal, afirma que dos individuos determinados (independientemente de su origen) por una causa desconocida, al cruzarse, producen una descendencia superior, como si esa causa desconocida estuviera circunscripta a la individualidad de esos dos individuos. Obviamente la existencia de una genealogía reconocida detrás de esos dos individuos aumenta las posibilidades del “Nickeo”. Pero la genealogía parece ser un factor secundario de la causa del Nick siendo el principal la individualidad de dos individuos, más allá de factores genéticos o como dijo el célebre criador de caballos de carrera, el italiano Federico Tesio “este contenido (la individualidad) es acaso el resultado armónico de ciertas combinaciones que siempre resultan agradables, mientras que otras son repulsivas. La mezcla de aceite, sal y vinagre es siempre agradable en una ensalada, pero café con sal y vinagre producirán invariablemente una mezcla repulsiva. Puede ser que este mismo elemento de vibraciones armónicas determine el constante suceso de cruzamientos de dos líneas en el pedigree de un caballo. Pero si Ud. intenta ir a las causas de estas concordancias y discordancias, quizá se termine yendo muy lejos de su objetivo”.
El criador de caballos pura sangre Renato Gameiro, remarca que ha de hacerse una distinción entre el verdadero Nick y la simple afinidad y expresa que “el Nick” debe ser superior a la afinidad, debe estar por encima de las condiciones geográficas y de entrenamiento, su éxito debe estar detectado en diversos centros de cría y por diferentes mensajeros.
En definitiva, con la utilización de los “Nicks” sólo se maximiza las chances de acierto, puesto que en genética no hay garantía de nada.
Además el hecho irrefutable de la existencia de los Nicks debe ser aplicado a toda forma de vida, pues las leyes (aún cuando no sean genéticas) que gobiernan la transmisión de la herencia han de ser las mismas para todo ser viviente dada la comunidad de origen de todas las especies.
Por lo tanto se encuentran ampliamente respaldadas las comparaciones de gallos de riña y caballos de carrera y el espaldarazo a esta idea lo dan los escritos de una figura señera en la cría de aves de combate, como fue el extinto Sr. Frank Shy “Narragansett”, cuando escribió refiriéndose a los “Nicks”: “Hace veinte años yo observé un fenómeno similar en el área de pollos. Un amigo tuvo un cierto gallo y una cierta gallina, a los hijos de esta pareja, él los llamó “los cohetes” durante años fueron casi invencibles. Pero los hijos de la gallina con cualquier otro gallo, o los hijos del gallo con cualquier otra gallina, eran ordinarios. Solamente esta exacta combinación produjo aquellos “cohetes” de pelea fenomenales. Los hijos fueron cruzados en todas las formas que existen por un gran número de criadores; cruces consanguíneos, cruces en línea y cruces cruzados con varias razas finas. Desafortunadamente, aunque uno hubiera podido predecirlo, ninguno de ellos valió un cacahuete.” (Tomado del artículo “Sexetary” aparecido en la revista “Pie de Cría” Nº 90, año 2003).
Esto prueba que en el ámbito del gallo de combate está totalmente justificado servirse del concepto del “Nick”.
Todos estos hechos apuntan a corroborar que la clave tanto en la cría del caballo de carrera, como en el gallo de riña vá mucho más allá de los genes y de la genética, obsérvese que tanto en los gallos como en los caballos, el factor decisivo radica en algo que no se puede pesar (imponderable) y que no se puede medir (inconmensurable) es decir, ambas actividades comparten un elemento común, se basan principalmente en un instinto para llegar a un fin determinado; el triunfo; en el caso del caballo viene dado por un instinto especial que le proporciona la tendencia a correr velozmente; en el caso del gallo viene dado por un instinto especial que lo impulsa a matar a toda costa, pero en definitiva se trata de un instinto en ambos casos, y como es evidente el instinto no puede ser circunscripto a los genes, y una prueba irrefutable de que la genética está limitada y es incapaz de explicar hechos cotidianos en los animales de competencia y mucho menos de garantizar el triunfo en la velocidad o en la bravura, lo constituye lo escrito por Federico Tesio, cuando dijo que “machos y hembras que han pasado durante largos períodos por un severo entrenamiento consumen casi todo su potencial nervioso, reproducen sus caracteres mendelianos, dan a veces hermosos productos, bien desarrollados y sin taras pero que ganan poco o no ganan. Ellos han heredado un débil influjo nervioso de progenitores exhaustos por la fatiga”.
Lo prueba lo escrito por Narragansett, cuando afirmó “desde hace años yo he afirmado que la transmisión de rasgos hereditarios va más allá de la comprensión humana”. Federico Tesio también dijo que “la velocidad no es un carácter mendeliano, sino producida por la suma de varios caracteres, bajo la influencia de la energía nerviosa, que tampoco es carácter mendeliano. Ella existe en mayor o menor grado en el animal según las probabilidades de transmisión que haya tenido de sus ascendientes, principalmente sus padres”.
Por lo tanto las afirmaciones de estos respetados criadores avalan que hay hechos y factores que siendo cotidianos para el criador, superan holgadamente las mezquinas fronteras de la genética.
Entre estos factores vale la pena destacar la teoría postulada por el experto en caballos de carrera, León Rasmussen, según esta teoría “el inbreeding en familias maternas superiores, por diferentes individuos, produce corredores superiores”. Este experto basa su idea en el poder transmisor de la hembra o como dice el Sr. Renato Gameiro”si una yegua es capaz de producir por lo menos dos elementos que tuvieran igualmente suceso reproductivo, es porque esta yegua tiene verdaderamente una rara capacidad transmisora”.
En esto consiste el factor Rasmussen; en que en determinados casos la clave del poder transmisor de la velocidad, estaría circunscripto a la individualidad de la yegua, esto es que la individualidad sola de la hembra sería el elemento que constituye el “factor Rasmussen”.
El criador de gallos de riña y escritor Rafael Mañas Perdomo, comentaba en su libro (El Gallo de Riña, editorial Hemisferio Sur, 1978): “No olvidar nunca que la gallina debe ser mejor que el gallo en clase, pelea, color, en una palabra, en todo. En la India no se vende una buena gallina, así se pague todo el oro del mundo por ella. Tuve una gallina Asil, muy pequeña, durante siete años, con cualquier “cholo” lograba excelentes gallos, extraordinarios combatientes, pero no de buen aspecto, luego de morir ésta de vejez, me costó mucho encontrar otra”.
Hoy, algunos genetistas, nos dicen que la gallina posee mayor influencia que el gallo en la descendencia, que hay razones bioquímicas para que solamente las gallina puedan transmitir la herencia mitocondrial, que una buena gallina combatiente posee innegablemente buenas mitocondrias que son transmitidas tanto para los hijos como para las hijas, que un buen gallo también posee buenas mitocondrias, no obstante, jamás las pasara para sus hijos e hijas.
Sin embargo más de un veterano y experimentado criador es probable que jamás haya escuchado la palabra mitocondrias, empero, tiene absolutamente claro que lo que transmite una buena gallina es incomparable. Estará siempre más preocupado en cómo aprovechar al máximo su gallinita, que en esperar que la ciencia le dé las razones del porqué su animalito es capaz de producir gallos de semejante calidad.
Cuando la genética no era ciencia organizada y sus postulados no habían sido llevados a la práctica, dos estudiosos de la cría de caballos pura sangre, el francés J. Vuilliers que usaba el seudónimo de “Lottery” y el australiano Bruce Lowe, desarrollaron dos grandes teorías antagónicas, a las que adhirieron numerosos criadores de la época, el escritor Daniel Inchusti las explica con gran precisión.
Teoría Lottery: Esta se basa en el estudio hecho sobre el pedigree de 650 caballos célebres que actuaron en Gran Bretaña, Lottery sostenía que los grandes padrillos de la época traían un determinado porcentaje de sangre de Eclipse, Herod y Matchem (que son los tres padrillos primordiales del siglo XIX, de los que se originaron todos los caballos de carrera actuales), entonces, trata de fijar esas cifras por cálculos matemáticos, que él considera óptimas, en la producción de los nuevos ejemplares mediante lo que él llama “Dosajes de la Sangre”.
Teoría de Bruce Lowe: Esta se fundamenta en el estudio del pedigree de los ganadores de la Triple Corona Británica, remontándose en el origen de los ganadores, por la línea directa materna, se llega a 50 yeguas base, que son ascendientes directas de todos los ganadores, luego Lowe divide a las yeguas descendientes de las 50 yeguas base en diferentes grupos que deberán ser utilizadas como madres de “elite”, dejando al resto relegadas a un plano inferior.
Como es evidente, para la teoría de Lottery, el éxito se debe a la individualidad del macho, mientras por el contrario, según la teoría de Bruce Lowe, el éxito radica en la individualidad de la hembra. O sea, la primera hace hincapié en el macho y la segunda en la hembra.
Es probable que ambas teorías antagónicas entrañan algo de cierto.
Lamentablemente casi todos los hombres hacen lo que hicieron estos dos señores, tratar de demostrar sus teorías de una manera unilateral; se efectúa la investigación sin estudiar la contraparte, si lo hubieran hecho con malos ejemplares hubieran hallado los mismos “dosajes de sangre” el uno, y las mismas “yeguas base” el otro, porque las leyes de la herencia que rigen en la producción de los buenos, rigen también la de los malos.
Lo que es evidente, es que todos estos factores van más allá de la genética y de factores mendelianos (sin que esto invalide la utilidad de la herramienta que es la genética) y que la clave principal y el factor más importante es la persona, la individualidad, ya sea del gallero o del criador de caballos; ya que él es el responsable, tanto del éxito como del fracaso, a él se remiten todas las influencias, pues él es el que decide, el que selecciona, el que alimenta, el que conserva o descarta a sus animales. El criador hace uso de muchas herramientas: Ciencia, Filosofía, Misticismo y Lógica, de ésa amalgama de conceptos antagónicos, el se sirve en distinta medida, pero sólo el Instinto en la justa aplicación de hechos, a veces tan sólo sustentados por la filosofía y por nada tangible, es lo único que garantizará el triunfo.
Este instinto que produce el éxito, es tan sólo prerrogativa de unos pocos elegidos, es lo que los guía en cada decisión, en cada grano de alimento de menos o de más, y ésa es la clave para la individualidad del criador.
Es por esto que existen casos, en que animales que no pertenecen a familias muy reconocidas, logran victorias aplastantes.
Y es que no importa la raza, el color, la forma o el tamaño del gallo, si el criador pertenece a esa elite de los que poseen Instinto, el éxito está garantizado.
Pensemos en el caso de dos embarcaciones famosísimas: Una fue el “Titanic” y la otra fue la “Kon-Tiki”.
El primero era un soberbio transatlántico, construido con los más caros y resistentes materiales, mientras que la segunda era una pequeña y humilde balsa, que estaba construida con materiales baratos y primitivos como Cañas, sogas, etc.
Y no obstante pese a éstas enormes diferencias, el navío enorme y poderoso se hundió, víctima de su propio tamaño, en un recorrido relativamente corto, de la Gran Bretaña a Norteamérica, en su primer viaje de 1912. Mientras que la pequeña y débil balsa prehistórica Kon-Tiki, recorrió triunfante, capitaneada por Thor Heyrdal, la inmensa distancia que separa a Perú de la Polinesia en 1947, sorteando con su frágil armazón toda la furia de las tormentas marinas y llegando a destino, lo que indica este ejemplo es evidente: un artista talentoso trabajando con un pobre material, puede superar la pobreza y llegar a una obra brillante, mientras que un artista mediocre trabajando con un material de excelente calidad, no obstante lo noble del material, llega a una obra decepcionante; en el caso de los galleros sucede lo mismo, un gallero talentoso (que tiene Instinto) aún cuando trabaje con animales de relativa calidad, muy probablemente llegará al éxito, mientras que un gallero mediocre (que carece de Instinto) aún cuando trabaje con animales de superior calidad , seguramente terminará fracasando, ya que no posee el Instinto que lo lleve a tomar las decisiones acertadas que le abrirán las puertas de la victoria.
De tal modo, que hemos de llegar a la conclusión de que ha llegado el momento de reconocer que en el ámbito de las aves de combate, el factor individual, la personalidad del criador, es la clave del éxito o el fracaso.
Evidentemente el Instinto del gallero o del criador de caballos de carrera, es un factor que al igual que la velocidad o la bravura, no es mendeliano, y no puede ser pesado ni medido, de ahí que entre ambos factores hay un fuerte vínculo que los enlaza, porque entre el criterio instintivo del gallero y el instinto de lucha del gallo hay un íntima relación, ya que si bien el primero no creó al segundo, es claro que el primero puede propiciar la aparición del segundo.
La individualidad del gallero talentoso y la individualidad del gallo triunfante, están estrechamente enlazados y es que todo se refiere a la individualidad.
Y en un párrafo de Narragansett, en que escribió: … “ciertamente no todos los huevos son iguales, ni siquiera los de la misma gallina de un año al otro, ni entre el principio de su temporada y el final. Qué efecto tienen estas diferencias en huevos, en los hijos, es algo que yo no puedo comprobar, pero, hasta que alguien presente una evidencia consistente al contrario, yo usaré los huevos buenos y pesados del principio de la producción…”
Se refleja lo importante del factor individual.
Así que en este aspecto deberá retornarse a los conceptos de Charles Robert Darwin, puesto que, como es de todos conocido, uno de los pilares básicos, sobre los que se erigió la teoría darwiniana de la selección natural, es en la herencia de cada pequeña variación individual, que se selecciona, se hereda y luego de la gradual acumulación de dichas diferencias, en una dirección determinada, se origina una nueva raza y eventualmente una nueva especie.
Los que niegan que la individualidad del criador, que conectada a factores que van mucho más allá de las fronteras de la genética y de los genes, es la clave, tanto en gallos de riña, caballos de carrera o cualquier otra especie de animales de competencia, no están basados en ninguna premisa segura, y su materialismo metafísico se derrumba a causa de carecer de argumentos, pues existen fenómenos como la fuerza de la gravedad, el magnetismo, las ondas luminosas, los rayos catódicos, etc. Que no son susceptibles de ser pesados ni de ser medidos y que carecen de átomos y no por ello dejan de ser menos reales que infinidad de objetos mensurables, ponderables y provistos de átomos, que nos rodean por doquier.
Con relación a lo que se ha expuesto con anterioridad, con respecto al papel preponderante del criador, de su criterio, instinto y personalidad, es menester efectuar una aclaración “lo dicho en tal sentido no equivale a decir que el criador puede con la sola voluntad transformar a su antojo la naturaleza de los seres vivientes, ni operar transformaciones radicales, tales como, en el caso de un linaje de aves de combate que se caracterizan por definir los combates en un breve espacio de tiempo, transformar dicho linaje en un linaje de aves que puedan lucha por horas.
Y mucho menos logrará el criador, por mucho que se esfuerce, conseguir que una gallina común de por hijos a gallos de riña. Lo mismo vale para el caballo de carrera, en el que un linaje de animales cuya cualidad es ganar en velocidad en distancias cortas, jamás dará por hijos a animales de fondo que puedan triunfar en grandes distancias; y si esto es imposible, mucho más absurdo sería pretender que un caballo de tiro de por hijo a un animal de carrera.
Y es que el criador no puede hacer magia ni lograr que todo lo que él moldea en su cerebro salga como lo planeó en la realidad, ya que una cosa son los hechos tal y como los planteamos en nuestra mente y otra muy distinta son esos mismos hechos al producirse en la realidad objetiva; y esto es así porque los animales no son simples máquinas o mera arcilla que podamos modelar a voluntad según nuestro antojo, los seres vivos poseen una autonomía, una independencia, que es resultado de miles de millones de años de evolución de sus fluidos, plasma germinal y arquitectura anatómica y el criador, en el brevísimo lapso de tiempo de su vida(que no es nada comparado a los 3.500.000.000 de años que tiene la vida sobre la tierra) apenas puede propiciar la aparición de ciertas cualidades, pero jamás transformar una cualidad en otra distinta, es decir, el criador puede acentuar una cualidad pero jamás hacer aparecer dicha cualidad allí donde ésta no existe; en otras palabras el criador puede ser arquitecto, pero nunca transformar la naturaleza de la substancia con que trabaja en otra naturaleza distinta.
Esto es así porque hay una enorme diferencia del factor tiempo entre la selección natural y la selección del hombre ya que mientras que la primera cuenta con el insondable total del tiempo, con miles de millones de años, la segunda se encuentra reducida al pequeñísimo y reducido segundo que es la vida de un hombre comparada a los períodos geológicos que duraron millones de años.
Es por esto que aún el criador talentoso se encuentra limitado a las fronteras que le impone cada sangre, con sus ventajas y desventajas, y aún cuando repetimos que un criador puede (si es talentoso) lograr resultados que un criador mediocre jamás alcanzaría, esto no impide que llegado el caso, si el criador de éxito tiene la opción de elegir entre un animal desconocido y un animal de reconocida genealogía, no les quepa la menor duda que optará por el segundo, porque la herencia es la fuerza motriz del cambio y el criador aporta el combustible para dicha fuerza.
Y es que el criador no puede hacer magia, lo máximo que puede lograr son ejemplares excelentes y míticos, pero jamás perfectos y aún pese a esto debe seguir buscando la perfección, pues el hecho de que aún no hemos llegado a la perfección, no invalida nuestros continuos esfuerzos tendientes a tal destino.
Por último debemos recordar el siguiente factor: hay sangres que inherentemente son superiores a otras y aunque el criador haya cometido algunas equivocaciones, la propia fortaleza de estas sangres es capaz de contrarrestar la contaminación con sangres inferiores.
Por otra parte tenemos la contrapartida de esta situación: Casos en que hay sangres débiles que aparentemente no dan muestras de degeneración, pues los individuos pueden competir con cierto exito, pero luego la declinación se manifiesta en la descendencia, en definitiva se trata de sangres que están caminando al filo de la navaja y que debido a una debilidad constitucional no han podido suprimir las consecuencias nefastas de ciertas decisiones poco afortunadas del criador y por ende lo que camina por el filo de la navaja no ha de tardar en caer con desastrosas consecuencias.
En éste como en otros casos, lo que determinará el éxito y la clave para sortear éstos problemas es el más atávico de los factores: “el instinto”. Por último debemos tener presentes los siguientes factores, que por obvios, a veces resulta fácil olvidarles. Que la cría de gallos o caballos o cualquier otro animal de competencia es un hecho dinámico, que todo está en perenne movimiento, desde la sangre hasta la transmisión de cualidades; que las decisiones que hemos tomado en el pasado influyen inevitablemente en el presente y que las que tomemos en el presente (que es lo más fugaz) influirán de modo irrevocable en el futuro.
Por último hay que subrayar que la mente debe estar abierta y que todo tiene su tiempo: desde los rayos del sol que infunden vigor a toda forma de vida, pasando por el éxito, la derrota, la declinación y el nuevo amanecer y la aurora del nuevo ser, que se abre paso en la vida a la espera de futuras batallas.